Fuentes y documentos
A raíz de estar buscando alguna imagen de escritura visigótica con la que encabezar este blog (que por cierto, menudo churro me ha quedado, a ver si lo adecento un poco), me vinieron a la cabeza un par de cosas que querría comentar.
La primera de ellas es una conversación que mantuve con mi amigo Luis, amante de la historia bizantina, sobre la naturaleza de "mis fuentes", es decir, los textos sobre los que obtengo información para elaborar mi trabajo. Afortunadamente, la práctica totalidad de las fuentes de época visigótica están publicadas. Las compilaciones jurídicas (como las Leges Visigothorum o el Codex Theodosianum); las fuentes epigráficas (inscripciones y las infernales pizarras visigodas); las literarias (Historia Wambae Regis de Julián de Toledo, o la Historia Gothorum de Isidoro de Sevilla, por poner dos ejemplos significativos); los modelos notariales (Formulae Wisigothicae); las actas conciliares, etc.
Apenas quedan documentos escritos de la época en papiro o pergamino en España, pues aquí no hemos tenido la suerte de encontrar archivos repletos de papiros como el de Rávena, o incluso documentación tan sugerente como las tablillas de madera de Vindolandia (en las que aparece una enorme diversidad de información: registros de ganado; poemas de Virgilio; cartas; textos escolares de aprendizaje; ...).
De lo que sí quedó constancia durante muchos siglos fue del tipo de escritura. La escritura visigótica es sin duda una de las más complicadas de leer, por la descomunal cantidad de nexos (uniones entre letras) que presenta, más de 150, lo que hace que enfrentarse a un documento redactado en escritura visigótica acabe con la paciencia de cualquiera. Veamos un bonito ejemplo:
El documento es una carta de donación de época astur-leonesa, que recoge la donación de una propiedad (fundus) que un tal Quintila y su hijo Ababdella hacen a Segerico, abad del monasterio de Sahagún.
La escritura visigótica sería sustituida entre los siglos XI y XIII en la Península Ibérica por la escritura carolina, introducida con la llegada de los monjes cluniacienses. Es un proceso que se inicia, por lógica influencia del Reino Franco, en el territorio de la Marca Hispánica y que luego afectará al resto de territorios.
Es un tipo de letra mucho más legible y clara, como podemos ver aquí:
Por cierto, como Zeljko puede ver, entre los signatario que firman el documento hay un tal Porro que aparece junto a Pelagius, Petrus y Monio. Véase el detalle:
Si algún osado ha llegado hasta aquí, se estará preguntando: "¿y cuál es la otra cosa que nos quería comentar, que este tío se va por las ramas cosa mala?"
Pues bien, la otra cosa, llegados a este punto, es una pequeña curiosidad. Como decía al principio, me acordé mirando estos documentos de dos monjes franceses que trabajaron en la cancillería de Alfonso VII el Emperador, y que aparecen firmando la gran mayoría de textos de este rey castellano-leonés. Veamos un ejemplo:
Si miramos con más detenimiento la línea inferior:
Vemos que junto al Signum Imperatoris (la suscripción regia), aparece lo siguiente: Geraldus scripsit scriptor imperatoris per manum magistri hugonis cancellarii.
Así que, sólo quería señalarle a Hugo que tuvo un tocayo trabajando como canciller en 1135 al servicio de Alfonso VII.
Aquí podemos ver su signum de nuevo:
Sí, no necesito que nadie me lo diga. Ya sé que se me ha ido la olla y que las cosas que se escriben en un blog deben ser breves, porque si no los lectores se cansan. Ese es el principal reparo que tenía cuando pensaba en hacer uno.
En fin, trataremos de no dormir a nadie la próxima ocasión. Y encima he descuadrado el blog. Tengo mucho que aprender aún.