Edvard Munch: Maleren av pineen
Edvard Munch: el pintor de la angustia
Selvportrett med sigarett (Autorretrato con cigarrillo) (1895)
Me gustaría escribir hoy sobre uno de mis pintores favoritos, el noruego Edvard Munch (1863-1944). No voy a recordar nada sobre su vida o su estilo pictórico, pues para ello hay infinidad de páginas interesantes en Internet, como esta, esta otra, o incluso la del propio Museo Munch, ese lugar tan adorable en el que cualquiera puede llevarse un lienzo a casa pues no hay alarmas antirobo y ni siquiera los cuadros están asegurados.
Como decía, para saber más de él y su obra pueden visitarse múltiples lugares, y aquí sólo me limitaré a colgar alguno de sus cuadros y comentar cuáles fueron las impresiones personales que me causaron. Al fin y al cabo, la naturaleza de un blog supongo que debe ser esa, la de transmitir a los demás tus propias impresiones, y no la de soltar un ladrillo de difícil digestión sobre los avatares de Pedro II o la naturaleza del priscilianismo.
Aften på Karl Johan (Atardecer en la calle Karl Johan) (1892)
Siempre me fascinó este cuadro que representa la soledad del individuo ante la masa anónima que pasea por una de las calles principales de Cristianía (la capital noruega, que no tomaría el nombre de Oslo hasta 1924). Los rostros de los anónimos viandantes son aterradores, destacando el del hombre con abrigo negro, que recuerda a una calavera. Al fondo puede verse el Stortinget (el edificio del parlamento noruego). Cuenta la leyenda munchiana que el óleo fue producto de una frustración personal del pintor, pues se había cruzado en esta calle con su amante, y ésta simplemente le sonrió y pasó de largo.
Un cuadro complementario al anterior es el siguiente:
Skrik (El grito) (1893)
El grito representa el pavor ante la ominosa naturaleza, y de nuevo la soledad personal, que esta vez no tiene lugar dentro de la muchedumbre, sino ante el vacío de la inmensidad cósmica. El propio autor describió la experiencia que lo condujo a pintar el más célebre símbolo del Expresionismo pictórico, como puede leerse aquí. A mí me parece uno de los cuadros más sobrecogedores que pueden contemplarse. Cuando vi una de sus copias (existen 4, bueno ahora 3 tras el robo de una de ellas, y más de 50 bocetos y versiones del mismo) en la Nasjonalgalleriet de Oslo me quedé completamente absorto, hipnotizado por la fuerza y el magnetismo que emana su desasosegante composición. Invita a gritar y a compartir la desgarradora desazón del protagonista.
Vampyr (La vampira) (1893-1894)
Vampyr también me cautivó desde siempre. Es uno de esos cuadros que combinan elementos como el amor, la seducción fatal y la muerte, y que recuerdan la temática de La belle dame sans merci, que tanto gustaba a los prerafaelistas (otra de mis debilidades personales, mal que le pese a algún amigo mío, de la que hablaré en otra ocasión): el hombre que sucumbe ante los encantos de una deliciosa mujer, y que pierde la vida por ello. En este hermoso lienzo, de belleza malsana, Munch convierte los cabellos pelirrojos de la vampira en regueros de sangre que simbolizan la muerte y la total entrega del difunto, pero feliz caballero, que cae rendido a los pies de su amada, como puede contemplarse en el tierno abrazo que le dedica.
Y por último, una de las obras más sorprendentes y sensacionales del pintor noruego:
Madonna (1894-1895)
La Madonna que aquí aparece no es la que todo el mundo conoce, sino un estudio de la misma. Si me he decidido por incluir esta imagen y no la del famoso cuadro es porque en este estudio podemos contemplar el marco original con el que fue concebida la obra y que causó un notable escándalo en la puritana sociedad burguesa de Cristiania. El marco que circundaba la obra estaba decorado con espermatozoides y con un feto humano, elementos que no parecían ser los más adecuados para rodear a la Madonna a juicio de sus coetáneos. Por ello, el marco desapareció, y llegó hasta nuestros días el lienzo sin el mismo. El propio Munch proclamó que el cuadro expresaba el orgasmo femenino, un instante en el que el mundo se detiene; donde la vida y la muerte se dan la mano, y que une a todas las generaciones pasadas con las venideras. Una obra repleta de sensualidad y muerte, que plasma a la perfección la angustia vital del pintor.